Pensé mientras el coche se estrellaba contra el muro. Al fin dejarían de perseguirme. Don Corleone y su mafia llenaron de balas el vehículo. Grande fue la sorpresa al acercarse y ver un muñeco al volante. Tenía una nota pegada en el pecho: –Salud imbéciles. Mientras pierden el tiempo aquí, yo estoy transfiriendo todo vuestro dinero mal habido a mi cuenta. Un brindis y un saludo desde estas hermosas playas.

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