Te regalé un bonita sonrisa de Joker.

¿Qué otra cosa hubiera podido hacer? La situación no se resolvería ni con sonrisas ni con lágrimas pintadas o reales.

La decisión estaba tomada, las valijas preparadas, el pasado borrado, los billetes hacia el futuro incierto en el morral, los abrazos lentos y los adioses apresurados. Los ojos y el alma dispuestos a paisajes y encuentros nuevos. El asombro abierto.

Propuesta rechazada, temor al vacío, te quedabas en el nido conocido. La soledad voraz me abrió los brazos y me arrojé a ellos.

Te regalé lo que pude, una mueca pintarrajeada. Nada más.

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