Pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro y me colocaba aún más rígida la cabeza para recibir el fuerte golpe que me esperaba. La música garabateaba sus últimos segundos sobre el espacio acotado del vehículo, la sonrisa de ella todavía permanecía fija en la memoria de mis pupilas y su ADIÓS definitivo mantenía su cuchillo clavado en mi acelerado corazón.
El impacto, por fin, desconectó mi cabeza de mi cuerpo.Las sirenas se aproximaban mientras el rictus sardónico de mi rostro sabía que ella sería la primera sanitaria que vería el despojo en el que me había convertido.
OPINIONES Y COMENTARIOS