Pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro, que Paco no tenía que haber cogido esa llamada. El maldito teléfono siempre sonando a todas horas… Por fin, un viaje a Honolulú y él tenía que estar todo el día pendiente de las llamadas.

Tras el impacto, las maletas salieron disparadas y dejaron a su paso un desolador paisaje repleto de nuestra ropa de viaje.

–– María, te prometo que nos escapamos dónde sea–– agarró el trasto, lo lanzó contra la carretera y cogiéndome de la mano, me dijo:

–– La vida es corta y el mundo nos espera.

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