Lástima que no haya billetes para maniquíes, dijo mi madre cuando preparábamos el equipaje, y Amparito se tuvo que quedar en la casa de Soria. Durante todo el verano la estuvo recordando, ya que era su modelo perfecto para las pruebas de costura que realizaba a todas las gallegas de la aldea. Yo traté de suplir su ausencia con mi cuerpo, pero lo único que conseguí fueron frases que me dejaban triste e impotente. ¡Si es que no hay comparación posible! ¡Hija, qué mal hecha estás!
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