Lástima que no haya billetes para maniquíes. Sería mil veces mejor que estar al lado de este hombre que apesta a sudor. Tampoco tendría que aguantar a los demás, porqué sí, siempre sube alguien que molestará de alguna manera. Silenciosos, limpios y pasivos, creo que me entendería mejor con ellos. Intento convivir en sociedad pero lo veo imposible.

– Hola, ¿puedo sentarme aquí? Acabo de llegar a la ciudad y me has parecido simpático – me dijo la chica con la sonrisa más bonita del mundo.

Creo que fue entonces, cuando dejé de odiar a las personas.

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