Lástima que no haya billetes para maniquíes- dijo el hombrecito con quien charlaba en el aeropuerto de Bangkok.
Loco de atar pensé mientras despegábamos rumbo a Manila.
El avión se averió apenas dejó atrás Borneo aterrizando de emergencia en Manado.
El hombrecito me invitó a su morada con techo de barco, me mostró a su esposa enferma y alflamante maniquí esculpido en madera que la emulaba. Para entonces yo ignoraba todo lo concerniente a la cultura de los Toraja. Ahora estoy comprando un búfalo para el funeral de la mujer del hombrecito. Conmigo somos 362 invitados a la celebración.
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