Lástima que no haya billetes para maniquíes.

Mis maletas viajaran con poca ropa,

pero llenas de cicatrices…

Emprendo mi viaje doliente,

con fina mente de cristal que se parte con el llanto…

Al recordar cosas tristes o lo bello que voy dejando.

Mis pasos en el viaje dictan una juventud consumida.

Una vejez que me está esperando.

Un ir para no volver.

Un destino oculto por un manto.

Y un manojo trémulo de esperanza,

me empuja como viento fuerte en el llano.

Solo el buen Dios es el que sabe…

Lo que allí me está esperando.

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