Lástima que no haya billetes para maniquíes. ¡Vaya sueño tan disparatado he tenido! –pensó-

Recordó su despertar en aquel pueblo del Pirineo cuando sus caricias sacaron de ella los mejores acordes. Añoraba aquel momento. «Si quiere le acompañaría a dar un paseo, no lejos de aquí hay una laguna junto a una gruta preciosa» -recordó aquellas palabras de la semana anterior, en la que se conocieron.

Ahora estaban allí de nuevo. El sol ardía sobre el agua. Se asomó y allí permanecían sus reflejos. Luego la noche intimó dando paso a las estrellas.

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