Su barba y su melena expuestas al viento, nada mas importaba y nada mas llevaría consigo además de su excepcional transporte. Transporte de 2 ruedas ya planas, un motor antiguo como su abuelo y mil estampillas que recuerdan cada historia. Emprendería un nuevo viaje a Notre Dame, subiría 69 metros de altura por 387 escalones, miraría el horizonte de la ciudad acompañado de las gárgolas; seres de piedra, esperaría que despierten de su ensueño y esperaría el sonar del campanario del jorobado.
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