Lástima que no haya billetes para maniquíes porque me iría de aquí hoy mismo. Me marchito en tu escaparate, una jaula de cristal propia de un mono de zoo.

¡Si al menos pudiera elegir qué ropa ponerme!

Para colmo, tengo una agencia de viajes enfrente y me paso el día mirando paisajes y ciudades a los que nunca iré. “Esos lugares son espejismos, mentiras hermosas como tú misma”, dices mientras me arreglas. «¡Existen de verdad!» -replico airada. Porque he visto a demasiadas personas comprando sueños. Y puedo reconocer la felicidad en los ojos de los transeúntes.

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