Lástima que no haya billetes para maniquíes. Por suerte, eso solo pasa en los aviones.

En mi último crucero pude llevar conmigo a todos los maniquíes de mi tienda, trabajar veinticuatro horas siete días a la semana los agota.

Su silencio les hace buenos compañeros para disfrutar de una puesta de sol, o una relajante mañana de piscina.

Ahora están bronceados y sonrientes.

Uno tiene síndrome posvacacional, mi psiquiatra lo ha confirmado. Debido a su gesto melancólico lo he destinado a la sección de ropa de otoño, aunque quería la baja.

El resto está muy contento. Ojalá dure mucho.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS