Lástima que no haya billetes para maniquíes, si no con gusto lo hubiese pagado.

Mirna, tal cual la bauticé tres horas atrás, soportó inmutable mis razones, las excusas y motivos por los que me marché de casa. Esos silencios ya valían su pasaje.

En el andén de la estación donde habitan solitarios, alguien más descargará sus penas.

Desaciertos, temores, sueños y esperanzas de algún mundo de quimeras.

Tal cual hice yo, en la conflictiva escena, aguardando un tren que me alejase de mis propias tormentas. Más Mirna quedó allí abandonada. Como quien no comprende la soledad ni las esperas.

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