En esta maleta no cabe casi nada. Pero, ¡para qué la quiero? Ni mochila, necesito. No sé adónde voy, ni si llegaré a algún lugar, ni… ¿cuándo?
Me bastan mi curiosidad insaciable y una linterna. Porque sí sé dónde iniciaré el viaje: en el tocón vacío del cerezo muerto, talado, del huerto. Por ese hueco oscuro de profundidad insondable por donde apareció el tremendo lagarto negro.
La novela de Pedrolo proporciona suficientes evidencias: bajo la colina del Carmel, una grieta del tiempo permite contactar universos diferentes.
Esta es una puerta de acceso. Lo intuyo.
Saldré esta madrugada, quizá para siempre.
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