En esta maleta no cabe casi nada, fue lo primero que encontré. Cuando vinieron por nosotras sólo contábamos con la mitad de nuestra paga del día. Esperamos diez horas agachadas, no fuera que nos atrapasen.

Lo único que le pedimos al señor que dirigía al grupo fue un poco de agua; nos la negó. En cuanto dio la señal corrimos para atravesar el río; por las prisas, Isabel, mi niña, perdió un huarache y yo, la maleta que llevaba. Cuando llegamos al otro lado, nos estaban esperando.

Voy caminando de regreso; sin maleta, sin huaraches, mojada y sin Isabel.

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