En esta maleta no cabe casi nada pero al pueblo donde nací sólo se viene a recordar y los recuerdos se llevan puestos. La vuelta a América, mi país adoptivo, la estoy haciendo en barco, como la primera vez, y todavía me marea aquel miedo a lo desconocido y la nostalgia de mis padres que nunca más volvería a ver. Nunca supieron de mis principios de emigrante, desde la isla Ellis, donde me recluyeron cuarenta días, hasta bastante tiempo después que conseguí enviarles mi primera paga. Y nada voy a decir aquí tampoco porque ya se me agotan las palabras…

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