El mundo después del mundo

El mundo después del mundo

Bruno Ravizzini

12/01/2020

Parece cierto que se pierden las medidas cuando no hay referencias, por esto es que me resulta difícil dar fecha o lugar de la acción, pero hay algo claro, esto pasa en nuestro mundo, nuestra tierra.

Plaf, plaf, sonaban sus pasos. El agua le llegaba a los tobillos pero increíblemente la extensión del espejo parecía infinita, no podía advertir límite alguno. Maica sentía cansancio de tanto caminar, horas habían pasado desde que se había despertado de aquel extraño sueño. Le costaba horrores creer que ya estaba despierta. ¿Dónde estaba la gente, los edificios…todo?, ¿Qué había pasado? Poco recordaba previo a despertarse, abrió los ojos y todo estaba desierto, todo era un desierto. Suponía que aún se encontraba en Nueva York, pero tampoco podía asegurarlo.

Tanto caminar y no haber encontrado nada, no haber visto ni un animal y no haber escuchado ningún sonido más que sus pasos en el agua, la desolación era impactante y aterradora. Había algo más aún, Maica estaba completamente desnuda.
La rectitud del horizonte le daba miedo, ese temor silencioso era el que la llevaba a caminar y correr sin parar. La necesidad de encontrar algo que la ubicara, que le fuera familiar, que la ayudara a entender, le daba fuerzas para avanzar en forma desesperada.

Problemas como la falta de alimentos, de agua potable, de ropa, no parecían inquietarla, la imponente imagen de la nada misma abrumaba sus sentidos.

Su mano entró en el agua algo sucia y buscó tocar el fondo, Maica advirtió que era agua salada. El agotamiento le pesaba, por lo que se recostó mirando el cielo, la línea del agua ni siquiera llegaba hasta la mitad de su cuerpo. Sorprendía la perfección del cielo azul, ni una nube y un sol radiante, parecía una foto. No había pájaros, no había humo, no había aviones, solo había pureza en ese cielo.

El salitre de sus lágrimas encontraba eco en el agua, era indescriptible lo que sentía Maica, el vacío también inundaba su mente, no encontraba imágenes, ni recuerdos, ni voces…su cabeza estaba tan desierta como su entorno.
Mientras miraba el horizonte sentada advirtió que no había irregularidades en el terreno, ¿y las montañas, los valles, los acantilados? Se preguntaba Maica. Toda la extensión se había emparejado, a no ser que bajo la superficie del agua hubiera alguna depresión.
Casi sin querer pensar en lo que podía pasar, Maica comprendía que no podría resistir mucho tiempo en esa situación. Por suerte su cabeza estaba muy dominada por la búsqueda del pasado, y no le había dado tiempo aún al futuro para que la paralice.

Recordando un sueño blanco, Maica se despertó muy acalorada y transpirada. Era como despertar a un sueño, una realidad increíble. Algo debilitada comenzó a caminar, en cierta manera creo que las esperanzas por encontrar algo normal nunca las había perdido.
Sus pies sentían la suavidad del fondo, de la tierra, todo el tiempo era como caminar sobre arena muy fina y el agua que no presentaba ondulaciones ya que ni siquiera había viento. Recién en ese momento tuvo tiempo de pensar en el silencio reinante, notó que, salvo su cuerpo, nada hacía ruido. Había una tenue bruma producto, tal vez, de la evaporación provocada por el pertinaz sol. El agua que cubría la superficie le permitía a Maica refrescar su cuerpo, constantemente debía agacharse y mojar su piel. La ausencia de árboles era espantosa, ni siquiera tenía recuerdos de la sombra, sólo cerrar sus ojos le recordaba la oscuridad. El centelleo del sol en el espejo de agua le obligaba a mantener sus ojos entreabiertos, todo era luz y brillo.

Nunca había visto un fin del mundo pero esto era lo más parecido que podía imaginar. ¿Una guerra, un diluvio…qué había causado esa decadencia de la tierra? No parecía algo que su razón pudiera entender, ni la mía tampoco, allí no había restos, ni cuerpos, ni escombros, ni humo, ni nada…todo simplemente había desaparecido. La tierra misma se había aplanado, ya no había accidentes geográficos.
Había algo que no había advertido hasta el momento, no existía más la noche. Habiendo pasado muchas horas, el cielo nunca se había oscurecido y el sol seguía firme en su enfoque. Es verdad también que no tenía reloj y tampoco había sombras para notar el movimiento del sol. La falta de referencias era algo que la intranquilizaba, no existían los límites, ni las distancias, había corrido y caminado todo el tiempo pero parecía estar parada siempre en el mismo lugar.
Las personas no están preparadas para resistir una situación semejante, todo era confusión y angustia. Si todos se habían ido…¿por qué Maica seguía allí? ¿A un dios olvidadizo se le había escapado un detalle del fin? ¿Cuánto tiempo más podría resistir? Miles de preguntas sin respuestas, miles de respuestas igualmente vacías.

Cuando el cansancio la vencía, Maica se tiraba a descansar y, a pesar de la luz y el calor, se dormía algunas horas quizás. Todo era caminar y dormir, Maica estaba cada vez más débil, pero extrañamente no tanto como podría suponerse. Sentía que algo la llevaba a seguir caminando, sacaba fuerzas que creía no tener.
Maica podía ver su propia sombra, era la sombra típica del mediodía y nunca cambiaba. Eso era algo común a estas nuevas condiciones, nada parecía cambiar. Con el paso del tiempo, que seguramente ya no era tal como lo conocemos, Maica empezó a tener la sensación de que el nivel del agua descendía, cosa que era razonable por el incansable trabajo del sol. Pero…¿habría lluvia? Era difícil hacer predicciones sobre esas flamantes e indeseadas condiciones.

¿Qué tendré que hacer?¿A dónde tendré que llegar?¿Llegaré a algún lugar? Todas preguntas que Maica malgastaba. La personalidad templada y excesivamente serena de Maica le permitía seguir adelante. Supongo que otra persona, inclusive yo, hubiera muerto de angustia y desesperanza.

En la pureza del silencio la más mínima vibración produce un sonido perceptible, y Maica comenzó a escucharlo. No podía identificar qué era, pero le ilusionaba saber que algo había cambiado, atisbo de un hecho, mucho decir para su soledad vacía. Inclusive ese ruido logró que Maica acelerara el paso, no era solo un sonido, era una referencia. Ahora a través de la resonancia sabría si se acercaba o se alejaba de ese ente desconocido.

Parecía una radio, eran voces. Sabía que estaba yendo en la dirección correcta, el sonido era cada vez más perceptible. Era increíble ver a Maica feliz tan solo por sentir que algo iba a pasar, que la monotonía podía quebrarse. La pobre chica no podía ni siquiera imaginar que podía ser, su falta de memoria y haber estado tanto tiempo en convivencia con la ausencia, le había quitado esta habilidad. Se limitaba a reconocer el estímulo.

Un desequilibrio en el horizonte, algo corrompía su perfección. Estaba caminando en el agua, por lo tanto aquello podría entenderse como ver tierra, el descubrimiento. Allí estaba probablemente la respuesta, o por lo menos la pregunta precisa. El sonido semejante al de una radio aumentaba y el del latir de su corazón también.
Es redonda, nomás…pensaba Maica acerca de la tierra. El objeto iba apareciendo en forma progresiva, como subiendo en un lento ascensor. Todavía era indefinible. Pero la sola presencia del concepto “todavía” emocionaba a Maica. Ya no había lugar para preguntas existenciales, todo era búsqueda de definición. El vacío tiene la habilidad de resaltar hasta lo más infravalorado. Algo comenzaba a vislumbrarse, aquello que estaba allí tenía límites precisos y rectos.

Era inglés, el idioma era inglés. Aquel objeto emitía voces que hablaban el idioma de Maica. Aún le resultaba difícil entender lo que decían, pero sabía que en cualquier momento lo lograría. El objeto debía ser algo con patas, era hueco en la parte inferior. Maica corría cada vez más de prisa, la verdad estaría allí.
Decidió detenerse, quería intentar escuchar qué decían esas voces. Haciendo un gran esfuerzo logró percibir algo, “el hombre llega a la luna…”. Esa voz parecía ser la de un periodista. Comenzó a correr desesperadamente, la curiosidad le daba muchísima fuerza. Corriendo, el ruido del agua tapaba aquellas voces, en ese momento solo importaba llegar.

Era un televisor sobre una mesa de cuatro patas, tenía unas antenas cortas. ¿Un televisor, que hacía ahí, cómo funcionaba? Aquel lugar no se caracterizaba por las respuestas sencillas. A esa altura, Maica no tenía dudas que el TV estaba encendido y que las voces eran de periodistas. ¿Si se había desilusionado? Tal vez, no era lo que esperaba, seguramente quería encontrar una persona. Pero todavía no había llegado, por algo ese artefacto estaba allí y por alguna razón ella lo había encontrado.

Estaba ya a unos pocos metros y comenzó a acercarse con algo de desconfianza. El televisor transmitía un programa informativo. Lo que llamaba la atención era que los cronistas estaban haciendo un repaso de la historia de la humanidad, no eran noticias actuales, es decir, no eran noticias, aunque ya Maica no sabía que era la actualidad.

La información estaba organizada como si fuera una línea de tiempo donde se sucedían guerras, genios, civilizaciones, inventos, etc. Todas las etapas de la humanidad en un documental, sin cortes. Maica miraba sorprendida, algunos hechos, al mirarlos, parecía recordarlos otros ni siquiera le resultaban conocidos.
La imagen de Maica sentada en el piso frente a un televisor en esa inmensidad era impactante, estaba viendo la historia de su gente, de su humanidad. Ella esperaba ansiosa que el informe se acercara al año 2004, año en el que ella recordaba estar viviendo. Quizás las imágenes le mostrarían qué había sucedido en el mundo y por qué ella estaba allí. El momento se acercaba, la guerra en Irak, la vacuna del sida, el vidrio blando, los últimos hechos previos a lo que Maica aguardaba con ansiedad. Cuando la historia se disponía a contar el presente, o el pasado más próximo, el informe comenzó desde el principio nuevamente. No había registro de lo sucedido, las explicaciones seguían brillando por su ausencia.

Decepcionada y desesperanzada, Maica se levantó y miró el cielo como esperando un guiño del sol. Caminó, alejándose del TV, mientras sentía que en su mente chocaban voces, preguntas, el audio del televisor, imágenes, vacíos. Su poca justificada ilusión se había destruido, no había una respuesta, había una pregunta más…¿qué hacía ahí ese televisor? Exasperada, giró sobre sus pasos y volvió corriendo hacia el aparato. Miró la pantalla y el informe estaba relatando la primera guerra mundial. Harta de todo y llorando, Maica apagó el televisor. La imagen se cerró y el silencio ocupó el espacio. La estampida del cuerpo de Maica en el agua fue el último sonido que se escuchó en el mundo. El cuerpo exánime en el suelo junto a un televisor apagado, la imagen que perduraría eternamente de aquel mundo gigantescamente vacío.

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