Finalmente, finamente inferido

Finalmente, finamente inferido

Bruno Ravizzini

08/01/2020

Finalmente, nada fue como pensábamos. La finitud ha perdido todo su vigor, hoy podría ser un día muy importante para mi historia, pero, quizás, ¿cuántos como éstos hubo?

Que importante será que la mayoría no entendamos esto, y que siempre pensemos que no somos para siempre. Si somos eternos, por favor, no queremos saberlo, al menos, no hasta los 40 años.

¿Cuántos somos? Infinitos.

El infinito no es un adverbio de cantidad, ni siquiera es un concepto referido a la cantidad. Las cantidades para definirse se deben encerrar, es una especie de recorte que se hace de un todo, y ese todo también tiene límites. Cuando hablamos de infinito, no hay cantidad, no hay límites, es todo al mismo tiempo. Me detengo mucho en este tema, porque es clave para la imagen general.

Einstein decía “Dos cosas son infinitas: el universo y la estupidez humana; y yo no estoy seguro sobre el universo.” La estupidez artificial fue desarrollada por el hombre en una forma sorprendentemente atractiva y masificada ágilmente y, esto, lo hizo mucho antes que la inteligencia artificial, a la que apenas logra dotar de algunas ideas vagas al día de hoy. La idiosincrasia de la “persona social” de las redes sociales es el paroxismo de la estupidez artificial. Solo una muestra de que la mente en ninguna dirección encuentra límites.

En definitiva, somos una paradoja, desafiamos al sentido común. Cuando decidí escribir esto, también decidí no hacerlo, y aquí estoy pensando y escribiendo esto, pero allí estoy, no haciendo esto. Debo admitir que esto lo deduje, lo intuí y de alguna manera accedí a esta sabiduría, pero no tengo para nada claro cómo explicarlo, tampoco estoy seguro de si debo hacerlo.

Dolina dice: «Cada mujer que pasa frente a uno sin detenerse es una historia de amor que no se concretará nunca«, bueno debo decirte Negro que no es así. Me dirán qué sabe de amor la física cuántica, no lo sé. Allí en esas escalas tan pequeñas, a los físicos, les cuesta identificar al amor, pero el amor tiene esa magia que es propia de lo indescifrable, Neruda lo resumen así “en un beso, sabrás todo lo que he callado”. Lo que no es acá, es allá, es decir, lo que no es, en algún lugar está siendo.

Ordenando mis pensamientos, me delegué una misión bien complicada, explicar que somos siempre, o que siempre seremos, o que, sencillamente, fuimos para siempre. En las infinitas posibilidades y alternativas aparecemos una y otra vez, nos repetimos, azarosamente ciertas combinaciones nos vuelven a materializar, una vez tras otra, en el infinito, estas repeticiones, son infinitas.

A algunos les gustará pensar que hay un observador por encima nuestro, sobre todo a aquellos a los que les gusta no asumir todo el peso de la existencia. Bueno, ese observador soberbio y olímpico, cada vez que decide vernos, nos ve en una situación, nos saca una foto, fija una de nuestras realidades, pero aquello es solo para saciar su curiosidad. Pero consideremos, con serenidad, que todo lo que no percibe igualmente está sucediendo. Trascendemos la subjetividad externa.

Está claro que una sola vida no es suficiente, nos deja con gusto a poco, muy poco. La existencia no merece subsistencias tan efímeras. Me imagino que usted sabe lo que cuesta construir todo esto que nos rodea, sería una locura hacerlo para lapsos de vida tan acotados. Así lo advierte Dolina, “El universo es una perversa inmensidad hecha de ausencia. Uno no está en casi ninguna parte.” Y, por otro lado, no es para nada razonable que sólo una porción tan, pero tan, pequeña de la eternidad esté destinada a que estemos vivos. Nos denominamos seres vivos, siendo que, para la concepción cotidiana, pasamos la mayor parte del tiempo eterno, ora no existiendo, ora muertos. Esto no puede ser así.

Ortega y Gasset revela en forma inmejorable una de las claves de nuestra vida, “La vida humana eterna sería insoportable. Cobra valor precisamente porque su brevedad la aprieta, densifica y hace compacta.” Por eso, es que al principio del texto destacaba la importancia de no entender del todo lo que estoy afirmando, y espero no persuadir prácticamente a nadie de todo esto, porque podría truncar la vida. Muchos indicarán que quieren ser eternos, pero por favor, no queremos saberlo.

Analicemos qué dicen algunas de las religiones que han inventado sobre esto, mm…no, en realidad no, ¿para qué? Probablemente al día de hoy se han desactualizado bastante.

Me entretiene pensar que, con tan poca comprensión de la realidad y de la existencia, nos aventuramos a asegurar que la vida es solo esto. No hemos entendido prácticamente nada de lo realmente importante, como por ejemplo por qué existimos, qué somos en relación al universo, qué importancia tenemos, por qué nos interesa saber si un dios creó el universo, por qué elevamos tanto la idea de dios y no otras, para qué existimos, y tantas más. Pero, sin embargo, avasallados por tantas incertidumbres, preferimos no discutir mucho sobre la vida y la muerte, queremos fingir que eso sí lo tenemos claro. En realidad, solo admitimos la obviedad, lo que se ve a simple vista, él está vivo y aquel está muerto, así de simple, una miopía absoluta, pero totalmente justificada y respaldada en lo poco que sabemos de lo que somos.

Algo relacionado con este tema, pero no del todo, es que estoy sospechando que la individualidad de la persona puede abstraerse, es decir, que el YO podría enajenarse constantemente tras cada muerte. Aquel a quien hoy mi Yo reconoce como propio, su mente-mentor, no es más que una circunstancia temporal, pero posteriormente, e inclusive simultáneamente, podría estar reconociéndose en otro sujeto, en otras mentes. Si lo que hasta ahora trataba de explicar era complejo, esto parece ser aún más enmarañado. La idea de que quien yo creo ser, no es más que un recorte de una totalidad, donde yo podría estar siendo cualquiera de los otros, y al dejar de existir, tras la muerte, yo seré cualquiera de los otros que están vivos. Por lo tanto, no sería de extrañar que ese Yo itinerante y conscientemente inconsciente termine asistiendo a su propio velatorio. Pero esto es tangencial a lo que estaba planteando, y lo dejaré para cuando lo comprenda mejor y, como ya estamos intuyendo, otro no lo estará abandonando y lo estará planteando en otro lugar y espero mucho más preciso.

Develar este conocimiento no es sencillo y, quizás, solo nos libera de ciertas tensiones y de algunos miedos. Y una vez más, no quiero que me sigan en esto. Con pesar, debo reconocer que por ahora sólo soy uno. Que más allá de lo que escribo, sólo soy el que está escribiendo y de los otros, como yo, no tengo mayores noticias.

Por lo tanto, en base a mi experiencia, seguirá siendo lo más importante obrar, a cada momento, de modo que, a nuestro juicio, y al de los demás, merezcamos la eternidad, nos hagamos insustituibles, y, finalmente, no nos desvanezcamos en el olvido. Gracias Miguel, ¿nos volveremos a ver? Es difícil saber.

“¿Religión verdadera? Todas las religiones son verdaderas en cuanto hacen vivir espiritualmente a los pueblos que las profesan, en cuanto les consuelan de haber tenido que nacer para morir, y para cada pueblo la religión más verdadera es la suya, la que le ha hecho. ¿Y la mía? La mía es consolarme en consolar a los demás, aunque el consuelo que les doy no sea el mío.”

Miguel de Unamuno

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