Julia leyó el desempolvado cuento y a medida que avanzaba en él, se iba apoderando del personaje. En cada pausa, levantaba la vista y echaba un vistazo a la mesa. Estaban expectantes y eso le gustaba.

El final llegó. Todos querían opinar, hablaban a la vez. Sacaban conclusiones, especulaciones e interpelaban a Julia.

Ella sintió en ese momento que aquel relato que había sido tan propio durante tantos años, mientras estuvo oculto en un cajón, de a poco se iba transformando en ajeno.

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