Había cinco sillas en el taller de escritura pero una siempre estuvo vacía. Marcel se enroló en un pesquero de atunes y no volvió en tres meses.
El último día de clase, apareció para escuchar las historias que habíamos escrito. Teníamos que leerlas en voz alta ante nuestros compañeros.
Cuando terminamos, Marcel se levantó y sacó unas hojas arrugadas. Medio leyendo, medio improvisando, nos relató una novela de aventuras que nos tuvo tres meses persiguiendo atunes por los mares del norte.
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