“La Mexicana” mira su reloj, el maestro está por terminar el taller de escritura; le prometió a Santiago llegar puntual al trabajo. Toma su bolso, sale sigilosamente del salón de clases.
Cruza las calles de Madrid con un suave taconeo, obligando a sus caderas a moverse en un seductor y sensual vaivén; acomoda su cabello largo del color de la noche hacia atrás.
Se detiene frente a la puerta de un burdel; pestañea mientras en su rostro se dibuja una sonrisa coqueta color carmín…hora de trabajar.
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