Aquel joven oyó la llave que desatrancaba la puerta; intrigado quedó al ver dos personas que ocupaban el dintel, mas su semblante se iluminó al reconocer en el umbral a su progenitor junto al guardián. El chaval grito ¡Padre! Consternado ante su aspecto. El carcelero se apartó pudiendo unirse en férreo abrazo.

– Padre mío — Repitió para proseguir:

— Me desconcierta que a medianoche me visites —

— Me liberan — Respondió su progenitor.

— ¿A estas horas, concibes que se libre? —

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