Recuerdo la primera vez que escribí con sentimiento, más de una lágrima mojó la hoja, mientras la pluma la acariciaba. El amor crece inocente con las historias de Disney. Tal vez hubiera explotado por dentro, de no haber rociado con lágrimas y palabras la libreta.
A veces pienso que quienes escribimos somos adictos crónicos en rehabilitación, siempre volviendo a hurgar en viejas heridas, siempre buscando la mejor frase donde llorar. Por eso creamos grupos de adictos, talleres literarios.
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