Si escribir para no morir no es suficiente, si hablar para vivir tampoco lo es.

Y si hace falta combinar las palabras con la vida, y la vida con lo escrito, qué será de mí, pobre ser inaudito, si mi muerte y mi vida han nacido y han muerto al revés. Un amigo me dijo un día: para aprender a escribir, hay que ir a un taller.

Le respondí: he ido al taller de la vida, y con eso me basta para sentir el deterioro y el renacer de mis palabras.

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