A todos les atemorizaba desnudarse, a todos los seres humanos habidos y por haber. Y dándose cuenta del temor que les causaba desnudarse, optaron por encubrir sus cuerpos del modo más superficial posible. De esta manera, jamás podrían ser juzgados por lo que eran, lo cual les brindaba una ilusoria seguridad, aquella que sólo se veía disipada tras el indispensable e inevitable acto del desnudo.
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