Cogí las llaves del mueble de la entrada, me eché un último vistazo en el espejo, me retoqué el pelo y salí por la puerta. La pasión y las ganas me movían cada viernes a no faltar a mi cita. Hay amores que siempre están ahí, que no puedes obviar y llega un momento en el que descubres que los tienes que abrazar. Un bolígrafo y un cuaderno, no necesitaba más, a excepción de un corazón con mucho que contar y unos dedos deseando bailar.

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