Abro el cuaderno para trazar líneas mudas y escuchar. Mi atención no ejerce cuando el profe habla algo sobre la subordinación en la escritura creativa. Mi cerebro indócil tiene otras perspectivas, ajenas al propósito por el cual llegué hasta aquí. Como esa de meterse en el pensamiento de los otros, esculcar en sus razones y compadecerlos. El profe se acerca, viene a ver los garabatos de mi cuaderno y a decirme que los pensamientos que encontré en su mente no me incumben y que debo largarme.

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