Abelardo tenía la experiencia de alguien que ha vivido y sabía contar historias. Solíamos pedirle que leyera, poseía una voz armoniosa. Era nuestro referente en el taller literario y muy divertido. De buenas a primeras dejó las clases y todos echamos en falta su entusiasmo extravagante.

Un día lo vi por casualidad y quise saber…

No le cuentes a nadie ─me dijo en voz baja─ me enamoré de la muchacha de mi novela, escribimos un texto sin protección…caímos en la tentación de las letras…

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