Cabalga cual jinete desbocado en el orbe, como aquel cuya bestia no tiene control.

Pasa imperceptible por nuestra existencia, arrasando o germinando vida. El silencio de sus cascadas, deja estela de recuerdos, gratificantes o dolorosos, depende lo sembrado.

Al atardecer, y en el espejo, verificamos su realidad. Dirigiendo la mirada al mundo circundante, palpamos sus frutos desbordantes, o en su defecto, el fondo vacío. Y entonces, una lágrima brotará.

Y así cerró su taller de escritura

FIN.

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