Y entonces, boom. A Sancho, lo apuñalan por la espalda. Habías tratado de salvarlo de la muerte en tantas ocasiones. Era necesario, sin embargo. Inevitable. Aún así, la culpa te recorría el cuerpo como si te hubiera mordido una serpiente. Joder, Sancho estaba muerto.

Pero entonces, cogiste el ratón e hiciste click y volviste a la primera página. Ahí oíste su voz de nuevo, pronunciar aquella primera frase: No sé, Laia, yo siempre he creído que los que apuñalan por la espalda son unos cobardes.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS