¿Érase una vez? ¡No! Es un cliché. El maestro siempre lo tacha, dice que se debe entrar con fuerza para atrapar de entrada al lector. –Cuida la palabra – me dice –No repitas términos, el adjetivo es tu peor enemigo, el conflicto lo es todo, sé certero con el final. ¿Cómo describo este dolor si no hallo las palabras? ¿A quién le interesa recoger los trozos de vida que he dejado en mis versos? El maestro no sabe que esto es todo lo que tengo. Catarsis –me dice– como si solo eso bastara.
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