Comencé escribiendo nada más que un vago pensamiento, desfigurado y empobrecido en cuánto a retórica. Mis días se fueron llenando de frases que morían por desnudar mi alma y expresarla sin tapujos y sin farsa.

Era anormal este mi nuevo mundo, me enjaulé entre rimas, versos y figuras desconocidas.

La inspiración se obsesionó por mi débil transcripción y me siguió a todas partes.

Me esclavizó las ganas de intentarlo, la perfección que jamás hallaré, en un infinito Universo llamado Literatura.

Imagen relacionada

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS