—Emma, use el Kakuri.
Lois, ase su Dozuki tal que a la mano de un niño a quien enseña caligrafía.
Juan, concluirá el cepillado con la Kanna cuando la última lámina sea ligera como una pluma y vea a su través .
*
—Señor Mikido, ¿qué tal nuestros relatos?
—Honorables, desde el bello escritorio que ustedes han fabricado. Ya son delicados creadores: amantes de la prosa y hacedores de poesía.
—Gracias a usted.
—Mis queridos alumnos…, cada árbol espera su momento, oculto en el interior de la semilla.
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