La agonía crecía y el TIC TAC del tiempo marcaba el pulso etéreo que lo envolvía, sentía el torrente de emociones que se transformaban en palabras alborotadas, sus manos agitadas sentían el deseo ardiente de poder moldearlas. Atravesó el parque como si fuese el último aliento que oxigenaba su alma, ya incontrolable la ansiedad de poder tomarla, levantó la vista y como cada mañana ahí estaba, y la tranquilidad envolvió sus entrañas.. «Taller de escritura», su lápiz, un papel y una nueva aventura.

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