Cuando entré, sólo me esperaba un anciano sentado en su diván.

Ven y empecemos, ¿ Qué es lo que deseas ?.

– No algo sencillo sin duda, pero ya que me pongo. Aprender a escribir.

Se acercó a mí y con la debida presión abrió en dos la fontanela. Hurgando alegremente entre pliegues y hendiduras, sacaba piezas bajo un murmullo recurrente, aligeraba carga cual lunático que teme no llegar a rozar la luna.

– Ahora puede que funcione, ya puedes intentarlo.

Todavía prosigo buscando el punto final.

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