Habla sin parar. Estoy devastado por los nervios y la frustración. Malditos talleres, maldita literatura. La aguja del reloj avanza consumiendo mi tiempo.Debería abandonarlo, lo sé. Siento el silencio, la música celta, una gota fría en mi cuello. Pregunta que llevo entre las manos. Estudio sus gestos, su respiración al leer. Tacha y corrige, vuelva a tachar, escribe al margen. Me mira por encima del papel: “no sirve, reescribilo y traelo”. Sonrío, es él, pienso. Sólo queda mejorar.

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