Isidro ya es Flaubert, como lo prometió al llegar aquí ̶ dijo Emma, la profesora ̶ . Es igual. De tanto ponerse aceite de oliva, su bigote es de morsa; de tanto pensar, su cabeza está calva y… ¿Su barriga? !Prominente! Habla con elegancia, viste como si fuera del siglo XIX. Escribe con precisión y revisa hasta el hartazgo. Expresa lo justo y con gran delicadeza. Lo malo es que no me ha convertido en Madame Bovary, sino en Salambó. Todos, en ese instante, distinguieron su propia metamorfosis.
II concurso de microrrelatos El taller de escritura
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