No fue fácil. En Mercado Libre encontré muchas ofertas de devanadoras de lana pero ninguna que pudiera devanar cerebros. Tuve que hacerlo, a la vieja usanza del cuento de la Bella Durmiente, con huso y rueca. Y no resultó sencillo hilar primero los resbaladizos y ligeramente sangrantes sesos para luego ovillarlos de forma que el tejido del texto se hiciera posible y así cumplir con la tarea que la coordinadora del taller de escritura nos propuso: tomar una frase hecha en sentido literal.

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