Así muere Isaac

Así muere Isaac

Roberto Arévalo

15/09/2019

1

Sobre los osarios crecen las flores

que arrancan los verdugos enamorados,

y besan, y los torturadores besan,

y susurran versos de amor a sus amantes,

y recuerdan sus tibias caricias

mientras arman la picana, y, con dulces

excusas, conducen a los mortales al potro.

Toman los hijos, y ante la oscuridad leen

terribles cuentos de hadas con la voz baja

y suave de los lobos feroces.

Y eso es todo,

el hipnótico ritmo de las olas.

Así muere Isaac,

por nuestro silencio.

2

Solo una ventana ilumina

la ciudad que duerme.

La serpiente susurra, y guarda

un pájaro tibio en las tinieblas del vientre.

Gastados por el Sol, los espejismos

deshojan los pellejos mudados de las sirenas.

Las estrellas nos ciegan. Dan a luz

cercos rojos como labios que tiemblan

y, en los bosques, hay

nubes de avispas asustadas.

Nos tientan las risas

de los faunos seductores.

Danzan los duendes desnudos,

esquivas, entre las hadas feroces

que persiguen al lobo.

Hay dragones y brujas

y plantas, y voces,

carnívoras,

ruidos

que no reconocemos y espantan,

susurros de máscaras terribles

bajo las sábanas.

3

Es noche, como luciérnagas.

Caín sueña con un corazón caliente

bajo la lluvia. Es cal, añora su sombra.

Propaga el hierro sobre los cuerpos salvajes

que ofrece al espejo en llamas de sus plegarias.

Acaricia las suaves plumas de las utopías mansas

amaestradas en el silencio de la cautividad.

Describe la piel de los cerezos como si fuese

la de una iguana.

Haz como los dioses,

olvídate de los humanos.

La canción, el beso, el poema,

son errores en sus libros de caja.

Los deseos eran animales de compañía,

una serpiente, que imagino azul,

bajo la carne.

Así murió Marilyn,

entre las manos de un gigante,

como un pájaro que duerme

entre las llamas.

4

Como un incendio

acurrucarse

en el otro. Ser acogido

por el beso

como la luz en el bosque.

Las brasas, las cenizas, parecían

una lluvia de luciérnagas azules,

toda la arena del desierto convertida en cristal

Entonces,

el fuego lo come todo

y el viento

azuza y el lobo aúlla

y nada puedes

contra el mar.

Te miraba

cuando el cuerpo no era suficiente

y el viento decidía nuestras vidas

¡Que la necesité

cuando en el mar es preciso amar hasta el fin de la galerna

y la luz no basta!

No temeré

pues antes fue el tiempo

y hoy estás tú

Las voces nos rodean, como si la voz

pudiese detener el día, detener la noche,

parar la guerra ¡No pasarán! te susurro a los ojos.

Las pelotas de goma, nos buscan como las aves

perdidas entre las llamas de un bosque.

Presentíamos que un beso, la caricia, quizá,

podrían conjurar la muerte.

Regresaba la luz

la oscuridad

perdía

éramos

un animal mirándonos.

5

Sobre el tapete verde de los billares, olíamos la hierba

mojada y la resina y el cosmos parecía desordenado.

El silencio era un grito y, en la noche, la luna

ardía, como si el fuego encontrase un camino.

El corazón temblaba. El amanecer, extraño

y bello, se confundía con el crepúsculo,

Los ojos azotados de un caballo

daban a luz a la mañana.

Las crines me arañaban

los ojos, y los ojos

del caballo,

y los abría y todo

lo veía como la herida

que siente por primera vez.

La sangre me devuelve la vida.

Yo soy el viento que agita las olas

de espigas. Cabalgo rompiendo la luna

contra el agua luminosa de los charcos que brillan.

Cierro los ojos y alcanzo a ver el fuego de los míos

en la noche que acaba.

Regresaré como Ulises,

bajo la luz cansada

de un autobús nocturno.

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