1
Sobre los osarios crecen las flores
que arrancan los verdugos enamorados,
y besan, y los torturadores besan,
y susurran versos de amor a sus amantes,
y recuerdan sus tibias caricias
mientras arman la picana, y, con dulces
excusas, conducen a los mortales al potro.
Toman los hijos, y ante la oscuridad leen
terribles cuentos de hadas con la voz baja
y suave de los lobos feroces.
Y eso es todo,
el hipnótico ritmo de las olas.
Así muere Isaac,
por nuestro silencio.
2
Solo una ventana ilumina
la ciudad que duerme.
La serpiente susurra, y guarda
un pájaro tibio en las tinieblas del vientre.
Gastados por el Sol, los espejismos
deshojan los pellejos mudados de las sirenas.
Las estrellas nos ciegan. Dan a luz
cercos rojos como labios que tiemblan
y, en los bosques, hay
nubes de avispas asustadas.
Nos tientan las risas
de los faunos seductores.
Danzan los duendes desnudos,
esquivas, entre las hadas feroces
que persiguen al lobo.
Hay dragones y brujas
y plantas, y voces,
carnívoras,
ruidos
que no reconocemos y espantan,
susurros de máscaras terribles
bajo las sábanas.
3
Es noche, como luciérnagas.
Caín sueña con un corazón caliente
bajo la lluvia. Es cal, añora su sombra.
Propaga el hierro sobre los cuerpos salvajes
que ofrece al espejo en llamas de sus plegarias.
Acaricia las suaves plumas de las utopías mansas
amaestradas en el silencio de la cautividad.
Describe la piel de los cerezos como si fuese
la de una iguana.
Haz como los dioses,
olvídate de los humanos.
La canción, el beso, el poema,
son errores en sus libros de caja.
Los deseos eran animales de compañía,
una serpiente, que imagino azul,
bajo la carne.
Así murió Marilyn,
entre las manos de un gigante,
como un pájaro que duerme
entre las llamas.
4
Como un incendio
acurrucarse
en el otro. Ser acogido
por el beso
como la luz en el bosque.
Las brasas, las cenizas, parecían
una lluvia de luciérnagas azules,
toda la arena del desierto convertida en cristal
Entonces,
el fuego lo come todo
y el viento
azuza y el lobo aúlla
y nada puedes
contra el mar.
Te miraba
cuando el cuerpo no era suficiente
y el viento decidía nuestras vidas
¡Que la necesité
cuando en el mar es preciso amar hasta el fin de la galerna
y la luz no basta!
No temeré
pues antes fue el tiempo
y hoy estás tú
Las voces nos rodean, como si la voz
pudiese detener el día, detener la noche,
parar la guerra ¡No pasarán! te susurro a los ojos.
Las pelotas de goma, nos buscan como las aves
perdidas entre las llamas de un bosque.
Presentíamos que un beso, la caricia, quizá,
podrían conjurar la muerte.
Regresaba la luz
la oscuridad
perdía
éramos
un animal mirándonos.
5
Sobre el tapete verde de los billares, olíamos la hierba
mojada y la resina y el cosmos parecía desordenado.
El silencio era un grito y, en la noche, la luna
ardía, como si el fuego encontrase un camino.
El corazón temblaba. El amanecer, extraño
y bello, se confundía con el crepúsculo,
Los ojos azotados de un caballo
daban a luz a la mañana.
Las crines me arañaban
los ojos, y los ojos
del caballo,
y los abría y todo
lo veía como la herida
que siente por primera vez.
La sangre me devuelve la vida.
Yo soy el viento que agita las olas
de espigas. Cabalgo rompiendo la luna
contra el agua luminosa de los charcos que brillan.
Cierro los ojos y alcanzo a ver el fuego de los míos
en la noche que acaba.
Regresaré como Ulises,
bajo la luz cansada
de un autobús nocturno.
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