Piel verde, olor a niñez aquel guayabo

mirándote de frente con ojos de presente:

intacto, plantado, perfecto y viejo; regreso.

A pisar con mis talones las pulidas formas

de tu silueta, que descansada y deleitada en su aroma

dulce y fugaz como la primavera, tristemente esperaba.

Y Alejábanse guayabas y hojarascas del suelo

vientos sureños, espantaban mi cuerpo

ondeando las faldas de puntillo y el pelo sin dueño.

Atrapada en una eterna juventud subía a la cima

y observaba la pronta ya casi desaparecida figura

a lo lejos, de mi amante servidumbre.

Traspasé mis ideas con mis manos encalladas en cada

una de sus ramas e hice agujeros con los pies en la tierra, y

al hacerlas volar, siempre pensaba en cómo regresar.

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