Lucidos instantes, días perturbados, vívidas noches viendo caerse el cielo gota a gota.
Con nuestra vaga quimera, plasmada en un lienzo manchado por un expreso derramado, un par de lágrimas vueltas sal y un sentimiento ya inefable.
Esperé placido en la penumbra matutina que procede meticulosamente los primeros rayos del sol, a que llegase un nuevo día.
Fueron muchas tazas de café… tal vez una por cada día malogrado esperando vehemente a que cesaran los recuerdos.
Perplejo al observar los litigios entre las ganas y la conciencia. Me preparé para dejarte ir, un sorbo a la vez. Así caliente, así incesante vivo negro y amargo.
y al Pasar las páginas en blanco, como ventiscas en el páramo, ya cansado de separar lo real de inadmisible. Estuve listo para dejarte un último mensaje en el ultílogo de nuestra historia.
(…) “No sé va. Lo que realmente se quiere”.
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