No sé si es el orgullo o la razón
La cobardía o el corazón,
Pero esto crece y crece dentro de mí,
Como llamas en el pulmón,
Como la extinción inminente,
O quizá, como tus palabras en mi mente.
Se dice de esta sensación,
Que ni el propio Pitágoras fue capaz de medir,
Tanto así, que él enloqueció prematuramente,
Dando como resultado un jerga diferente,
Que ni él entendía, ni tampoco comprendía,
¿Ni el porqué de su metamorfosis, repentinamente?
Para matemáticos y físicos de su tiempo,
Que no entendían como su maestro, les era indiferente,
Les digo que ahora: ni el tiempo, ni el espacio
Nos ha brindado tal resolución tajantemente.
Este sentimiento es como un ciclón con pasos aventurados,
Dentro de una llanura estéril y somera,
A la que deja en un estado de torpeza prisionera,
De la que no es capaz de escapar, ni en su mejor utopía aventurera.
Si así es sentir la impotencia… inmensurable
Como la arena en el desierto,
E incomprensible como el amor de mama.
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