Te confunde mi perspectiva
en tu profundo sueño;
pero tienes deseos frenéticos
de convertirme nuevamente
en paz.
Escucha
esa melodía que te compuse,
paciente, pero sin sonido;
ya no existo, voy a la deriva
por el mundo oscuro,
en caminos pedregosos
y descalzo.
Mira al mundo,
sigiloso y furtivo
huele la humedad de la tierra,
escóndete entre
la bruma después de la lluvia;
vuelve a mirar el atardecer
y allí quédate hasta
que amanezca y
observa la quietud
de la noche,
juega con las estrellas
y en la fría madrugada
volveré para abrazarte.
Un girasol empapado de sangre
¿A qué te recuerda?
Relámpagos que asustan
a un niño;
de nuevo viajaste
para mirarme
sentado en la banqueta
sólo, sin ilusiones
con el corazón
hecho añicos
¡Bien sabes por qué!
Es tan profunda
la poesía,
pero no la entiendes
porque no vives en ella,
porque tu espíritu es
débil,
porque no has viajado
al infierno y regresado
victoriosa.
Ya no tengo sueño,
ni hambre, ni prosa alegre,
pero tengo frío y no traigo
suéter ni dinero para
comprarlo, ni espíritu blando
para restaurarlo.
Te preguntaste,
según supe
¿Qué fue de mí?
Este día ha vuelto
a irse,
voy corriendo tras el
vendaval de abril
en busca de un respiro,
por si quieres respuesta
a tu incógnita.
Si piensas que mi vida
es complicada e insignificante
¡Tendrás razón!
Allí no hay nadie.
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