I.-
Abro
la canilla
de los latidos
o quizás
hayan sido tus manos
que escribieron
las palabras
que estrujan
mi corazón
haciendo brotar
la sangre
la sensación
las que abrieron
la canilla
acercando
un teatro
un escenario
un rol protagónico
donde pasear
la desnudez
la humanidad
la confesión
de ser efímero
fugaz sutil
de estar vivo
sensible
enamorado
Empiezo o quizás
me haces empezar
Abres.
II.-
Tus palabras te visten
de fiesta.
En su belleza
desmesurada
hay un signo
una señal
un llamado.
Una carta que pide auxilio.
Otra
que otorga clemencia.
Tus palabras vibran
en las entrañas de tu corazón
trazan un eco
con la coraza
de tu cuerpo
así explican tu derrotero
tus miedos tu infancia
tus deseos
y lo que callas.
Tus palabras persiguen
buscan de algún modo
alzar la voz
se resisten a pasar
desapercibidas
son tan claras a veces en la noche
tan oscuras a pleno mediodía
que te vuelven deidad
presente
constante
relevante.
III.-
Tu existencia
traza
una línea divisoria
teje también, espesa, la bruma
en el tiempo de mi corazón
me acongoja
Porque ya nada será del color
o conservará la forma
que guardaba
no después de haberse
rebelado el sentido
de las cosas
invisible marejada
con que arribó
hasta el contorno del devenir
tu humanidad.
IV.-
Hubo
un instante
donde asumí
que tu nombre
se incrustaba
en la hechura de mi existencia
cuajó en mi vida
el torrente de esa sensación
como un hecho dado
irrefutable inexorable
mientras tanto
vos te mirabas las manos
en la preparación
de un rito mágico
una exquisitez
de frutos y de azúcar
de gusto milagroso
aún recuerdo que llevabas
en los rombos del delantal dibujado
los reflejos de la luz
existe una fotografía
de esa jornada
dentro mío
en la memoria.
V.-
Cruzaste bajo el diluvio
para decirme:
no es verdad que te odio
no es verdad que no quiero
tenerte cerca
morir contigo
golpeaste la puerta
con toda tu fuerza
el puño apretado
las venas hinchadas
roja tu faz por la emoción
bajo la lluvia
bajo el ruido de la lluvia
y el incordioso ladrido
de los perros
pero no me atreví
a abrir la puerta
otra vez el amor
y el destiempo
se abrazaban en sus maldiciones.
VI.
Fue solamente a la sombra
de la más honda tristeza
culminada la sepultura
puesta la lápida
fue solamente entonces
que volvió a su latir el corazón
Como jactándose la existencia
de una broma macabra
consistente en no concederme lo que buscaba
hasta que no me di definitivamente
por vencido.
Y ahora, aquí, así, con la sangre en su flujo
camino los días de la vida
las cornisas que se proponen
los llanos que se dejan.
No recuerdo siquiera donde yace la canilla cerrada.
Cierro.
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