La modernización y tecnología ha concebido uno de sus mejores frutos
por ende la cotidianidad ha sufrido negativos cambios abruptos
con su principal adictiva herramienta, el teléfono inteligente
cuyos propósitos iniciales son tergiversados en audaz irreverente
Sus efectos deshumanizantes y decadentes son notorios en todo entorno,
atontando y alejando a los seres humanos en un mar abatido de transtorno
que solamente crea olas de destrucción y huracanes de consumismo,
cegando a los drogados ingenuos en un irreversible abismo
El espacio dedicado a la reflexión y al autoconocimiento ha sido reemplazado
por una pantalla simulada que corrompe el sentido innato de existencia,
transformándola en un dolo pretexto para persistir en la inercia
vacua del entretenimiento barato y vulgar con el que nos han sosegado
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