La turgencia de sus pechos

me dijeron que estoy vivo.

Y en el cáliz de su encuentro

fui bebiendo de su río.

Ella cabalgó a destajo

por mis valles y caminos,

mientras que yo, embelesado,

la observaba embravecido.

Cuando todo terminaba

nuevos vientos la mecían.

Y en el enredo infinito

de su calor y mi fuego,

hubo de nuevo artificios

de ésos que aviva el deseo.

Ricardo Arregui Gnatiuk

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