Hasta el sol te puede puede castigar a la deriva, hasta la calma te puede castigar a la deriva.
para LEOPOLDO COOPER (2019)
En el departamento de mi madre que visito
leo en internet notas, artículos al azar y disimulo
mi soledad sobre un sofá nuevo.
Del otro lado de la pared ella escucha audios
y mira cosas que recibe por whatsapp.
además de racista y judía, es borracha
Algo suena a Paul Simon, narrow streets of cobblestone,
pero con un pianito algorítmico, seguramente con frases
intencionadas para mejorar el ánimo —lugares comunes que irritan o hacen bien.
El sonido del silencio es una clara composición
de la industria del enlightment.
In restless dreams I walked alone
—ese instinto de hablar con nosotros mismos.
Trato de concentrarme en la nota sobre edadismo
—ageism— en la revista Viva.
Anoche nos emocionamos mirando El fantasma de la ópera
por cable. The phantom, el fantasma, es mi papá.
Le cuento que no sé llorar, que me cuesta.
Pasé la noche en este mismo sofá para soltar el timón
del velero que navega mi cabeza. No veo puerto ni sé
el clima que va a tocar. Hasta el sol te puede castigar
a la deriva, hasta la calma te puede castigar a la deriva.
Una pastilla como una boya y que en la noche
navegue solo.
Del otro lado de la pared presiento un llanto.
Sobre la tele leo: Disturbios. Fuego en la 9 de Julio.
Busco a mi vieja como en un laberinto. Me siento a su lado.
La abrazo sin fuerza. Qué nos pasó, nos preguntamos,
y lloramos desconsolados, como el glaciar cuando se desploma.
Perdón le digo, hice todo mal. Todas malas decisiones.
Tal vez fui yo, me dice.
Lloramos. No existe un lugar ni un tiempo. Ella habla de su madre,
maldice a su hermana. Las elecciones que tomaron.
La culpa es siempre de Inglaterra. No entendemos el orígen
ni adónde quisimos ir.
Sus amigos se están yendo. Los míos, lentamente,
también.
Solo queremos que vengan lindos días. No muy buenos.
No entendemos por qué la vida nos duele así
y nos da vergüenza
ser víctimas de la nada, de despedidas, del ciclo humano.
Ahora lloramos como si alguien nos estuviera cronometrando
y después volvemos al sonido de nuestros silencios.
Los dos solos. En el agua del mundo.
Va a pasar, le digo, podemos ir al cine a distraernos
al mediodía cuando están todos almorzando en familia.
El fantasma de la ópera está en nuestra cabeza.
Pero anoche mirando el musical en la tele soñamos
con estar ahí; en el fondo queríamos estar ahí,
arriba del escenario, atrás del decorado,
en las butacas más baratas, parados
al costado, en cualquier otra parte que no sea ahora ni acá.
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