Dice Eva



AGOSTO o mejor no escribas

No escribas de besarla si en su boca hay otros labios.

No escribas de besarla, si aún te caes de su mirada.

No escribas «el sol de este invierno lame los pequeños huesos de mis muertos».

No escribas que ya es tarde para subir con tu hermana a la casa del árbol.

No escribas de su herida si esa herida es tuya.

No escribas que el cáncer aún teje su tela de araña en tus alas blancas.

No escribas de sexo con la mano mojada en el gato del tejado.

No escribas que tu madre baila con el tipo del sombrero.

No escribas que ayer, en el hospital, el atardecer fue precioso.

No escribas lo que harías con el culo de la chica que llora a la cuarta lápida.

No escribas cómo brillan tus venas gordas y rugosas.

No escribas que ahora también sabes traicionar al fútbol los domingos.

No escribas que la luna, en su pelo, está sucia.

Sobre todo, no escribas de besarla si tu boca en otros labios.

Pero entonces, para eso, mejor no escribas.


SEPTIEMBRE o mejor el aire

Esta noche ella tomará sus drogas buenas, para dormir, pero antes juega con el globo que guardaba en el armario. Es un globo rojo, ya rojo pálido, arrugado, un recuerdo fiel. Ella pellizca suavemente la punta, da un pequeño mordisco y aspira todo lo que queda de él.

Otra noche, casi al final, él había tirado ese globo al suelo. Pero ella se agachó a recogerlo y lo puso de vuelta en sus manos flacas. Aunque él dijo «que no, mujer, mejor te escribo algo», ella insistió «Sopla. Está más que hablado». Y luego, también, «Por favor, no más poesía».

Esta noche ella tomará sus drogas buenas, para dormir, pero antes deja los restos del globo en la mesilla. Coge el tabaco. Sale a fumar a la terraza.

De él las manos se harán humo en las ráfagas del sueño.
De ella el aire será aire en el borde de la luna.


OCTUBRE o en el fondo, amor…


NOVIEMBRE o las noches que sí…

Cuando se hayan ido de mí todos los paisajes.

Cuando nada más que polvo

que silencio

recubran mi memoria

y el aire mezcle las cenizas de lo real con lo inventado.

Perdóname

y pasa
tu pañuelo blanco por mis labios sucios.

Pero dime, también,

que sí te besé en un taxi anochecido

que sí llené tus pasos, de mis pasos,

por un camino de tablas

hasta tu puerta.

Donde tus llaves eran un manojo de algas

donde mis manos

dos barcas que tiemblan en la tormenta.

Que ya dentro yo soñaba con tu vestido de conchas

y descalzos caímos en tu cama,

yo esparciendo un poco mis pies en los tuyos,

tú besando

yo diciendo que no

que esta noche aún no

(lo que nos dirá, también, que luego vinieron las noches que sí).


Dímelo una noche y todas
las noches

hasta que me quede dormido, mi cabeza flotando en tu pecho

donde guardas el sonido del mar.


DICIEMBRE o tantas cenas…

Anoche salimos todos juntos.

Tantos años, tantas cenas…
y la misma sed en los ojos

las mismas manos vacías

lumbre misma que recuerda mi cuerpo.

Esta mañana, en cambio, todo es distinto

huelo peor

y me caben menos sueños.


ENERO o aprendiz de asesino…

Extraer

Con dedos de cirujano rabioso

De ese trozo menudo de carne que, al rajarlo,

te palpita y llora

Extraer solo unas pocas palabras

Aquellas que duelan como pequeños cristales

(y si son sustantivos, mejor)

Importante escribirlas pronto

¿En esa espalda?

En esa espalda están bien

En esa espalda se hacen verso, espuma, a veces tiemblan

Por eso tú les prestas mil cuidados

Como si fueran hijos

Como si lo fueran las miras todo el tiempo

Porque eres vanidoso

Porque se parecen a ti

Y así…

Hasta que un martes

Porque descubres que el cristal de la ventana está sucio

O porque, en el ascensor, el perro del vecino ya no es un cachorro

Y, además, se ha quedado ciego de un ojo

Por eso vuelves a tu mesa, a tus viejas palabras

Comprendes que ya no te dicen

Y las tachas

Las borras

Las deleteas

Las cambias por algo nuevo

Lo que tengas más a mano

Lo que, pronto, también se alejará

¿Hacer eso con tus propios hijos?

Vamos

Un poeta es un cabrón asesino


FEBRERO o de largas sombras esta playa…

Aunque pudimos hacerlo mejor

no mires al cielo todavía

y deja que el mar nos traiga un espejo nuevo.

Caminaremos por él

esta vez más despacio

(sin manchar)

como un rumor de piel sobre la arena.

Y si el sol quiere, antes de apagarse,

decir la belleza de los mundos que se acaban

que diga nuestras sombras oscuras en esta playa.

Que sean sus cuerpos largos como lanzas

largos para ir lejos

¿te imaginas?

ir lejos

sin manchar.

Aún hay tiempo.


MARZO o casi lunes…

La noche reluce y muerde.

Me levanto, bebo leche, escribo: noche de piel fría.

Borro lo de ayer y vuelvo

al calor tuyo.

Respiro tu pelo, te leo al oído

y que le jodan a Bukowski.

A veces gruñes, a veces sueño, y en la ventana se cansa la noche.

Mírala

cómo pelea, cómo resiste.

Estrellas

de sudor trepan su frente,

hasta que el día con una daga de luz la hiere.

Qué campeona.

Qué bien muere.


ABRIL o contento…

Contento, lo que se dice contento,

puedo estar a cualquier hora del día

pero más que nunca cuando despierto en la cama

y miro el pelo que siempre dejas en tu almohada

aún con ganas de comérmelo.


MAYO o la intuición de llegar hasta el final del poema

O de cuando también aprendí que si esperas el tiempo suficiente hasta el cielo acaba cambiando de color, o que papá no sabía estar de brazos cruzados, que siempre llevaría mal que lo dejara fuera de mis asuntos.

En el semáforo papá bajó el volumen de la radio.

Bien pudo tronchar su cuello
para girarlo hacia el asiento de atrás.

Donde yo me hacía, si cabe, más pequeño:

«Hijo, el pellejo… ¿te baja hasta el final?»

O quizás usara otras palabras.

Cómo acordarse.

Si tanto brilla el sencillo gesto de sus dedos.

O de cuando también aprendí lo que voy a sentir cuando alguien me baja el volumen de la radio.

O si leo, en un mal libro, por decimoquinta vez, que al protagonista se le hiela la sangre.


JUNIO y se acaba el poema…

Menos mamá

ellos esperan a que digas algo,

si se llenan de ojos redondos y brillantes

en medio del silencio inmaculado.

Ellos te quieren preciso y decisivo

¿y por qué no?

si el mundo hoy nació tan claro en tu cabeza.

Tan claro

que no lo crees

cuando expulsas muertas, vacías, tus palabras.

El mismo ruido por caminos frecuentes,

solo otro aullido arrugando un papel.

Y ellos te clavan sus ojos pequeños y distantes

porque huelen que se acaba el poema

que otras vez te irás sin explicarte.


JULIO dice Eva

En que, de chaval,

los primeros se oxidaban en tu cartera, pero su tacto era nuevo como el futuro.

En eso estabas,

pensando en condones,

mientras el doctor recordaba la palabra justa,

la fórmula médica que explicara que nunca hicieron falta.

¡Con lo que costó enseñar el ritual a tus manos torpes de elefante!

Él sacaba más papeles.

Montañas de papeles.

Su boli rojo decorando cifras que apuntaban a lo mismo.

Y tú mirando a la ventana,

como siempre atento a lo accesorio,

como siempre emperrado en los recuerdos:

un envoltorio roto, una mesilla, una luz tibia como el pasado.


Hasta que él, por fin, lo dejó claro
—y visto desde aquí no era para tanto.

Había que forzar el ritual.

Hacer hijos como quien recoge la lluvia.


Así que tú hiciste un nido con tus manos,

y un Noviembre vino ella;
y un Agosto, con los años, él.

(la última caja haciendo sitio a más pañales).


Y ahora

que solo iba de cumplir cuarenta años

quizás leer de una puta vez a los clásicos

por qué no algún que otro polvo tranquilo

viene Julio y dice Eva.


Eva

limpia de ciencia

nació ayer.


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