La travesía de trabajar

Un sonido molesto es el que me levanta todas las mañanas una alarma que suena más fuerte que una campana. Con un ojo abierto y el otro cerrado intento ponerme de pie para ir al trabajo. Solo de pensar que me espera otra jornada de arduo trabajo prefiero quedarme a descansar otro rato.

Con toda la pereza del mundo me levanto y voy directo a la cocina, lo primero que yo hago es poner a hervir la cantina, no hay nada que un café doble y una ducha fría no pueda arreglar.

Al salir de la ducha me dirijo al armario y me quedo pensando un rato sobre el atuendo que usaré para ir al trabajo; -ya queda muy poco tiempo me tengo que ir a trabajar- me pongo lo que encuentro no hay más tiempo para pensar.

Salgo lo más rápido que puedo para el bus poder alcanzar ;

-menos mal y estuve de suerte- me subí y busqué el asiento más cercano a la puerta, en la mañana se llena y difícil poder salir. Iba tan distraída conversando con la señora de mi costado, que me pasé de parada tuve que bajarme rápido hecha un relámpago, a unas cuantas cuadras se encontraba mi lugar trabajo, estaba asustada no podía llegar tarde.

Parece que hoy todo está a mi favor llegué a tiempo y parece que mi jefe no vendrá a trabajar hoy, me senté en mi escritorio, acomodé mi silla y me puse a trabajar, es verdad la jornada es cansada pero no me gusta hacer nada mal. La única satisfacción que hace que me despierte todo los días aunque no quiera, es hacer un buen trabajo y quedar bien ante los demás.