¡Holaaaaa, ya estoy aquí!

La acabábamos de bautizar con el nombre de campanilla, y es que su saludo ya tintinea desde la calle, antes de entrar por la puerta…clinc, clinc, clinc.

Cuando se lo decimos, se le encienden los ojos y esa escama de dorada que trae prendida en la mejilla, refleja el destello de su mirada, descomponiendo la luz en todos los colores del arco iris, como si de un diamante finamente tallado se tratara.

Campanilla viene después de acabar la jornada en su pescadería. Hace un año que la abrió y la está peleando cada día, con ganas, con trabajo, con falta de sueño, contra viento y marea, ea. Prepara sus sardinitas de la costa, su mojama que es muy delicada y elaborada, que hay que prepararla y después colgarla a secar y además esperar no se cuanto a que esté hecha, que las cosas buenas requieren su tiempo y hay que saber esperar. Sus boquerones en vinagre, que son los más ricos del barrio, ¿qué digo del barrio? del mundo entero…que los sueños son gratis y vamos a hacerlo a lo grande. Y cuando ya tiene todo el pescado vendido, baja su persiana, sale a la carrera y clinc ,clinc clinc…

¡Holaaaaaa! ¡Ya estoy aquiiiiiiiiií!

Después está la leona de pelo naranja, esa la he bautizado yo, aunque es ella la que ha decidido ser una leona, o no…que a lo mejor lo ha heredado de su padre o de su madre, o de los dos, que ella dice que se ha quedado con lo peor de cada uno, pero yo no me lo creo, porque si fuera así, no podría haber salido tan buena gente. Y la leona es buena gente, demasiado buena gente para ser leona, pero bueno, igual que ha decidido ser una leona con melena, a pesar de que la melena no le pertenecía por derecho de género, también ha preferido ser buena gente, y así rebelarse contra su destino depredador.

La leona tiene un sueño, bueno tiene muchos, pero uno de ellos es hacer las mejores croquetas que se pueda uno imaginar, hacerlas y extender por doquier esos bocaditos de placer comestible tan elogiados por poetas y literatos que se precien. Porque la literatura está llena de croquetas, y las croquetas están llenas de imaginación, es una combinación necesaria, fórmula perfecta. Pues bien, la Leona no escatima recursos para sus mejores croquetas del planeta tierra y más allá, y mira que yo le digo, no le pongas tanta mantequilla…un poquito menos de pollo…el jamón más económico…que así no harás negocio, pero ella, oídos sordos y cuando se cansa de oírme, me dice estás son mis croquetas y mis croquetas son así, y claro ante tales argumentos me tengo que callar y darle la razón. Porque la verdad es que las croquetas de la leona no tienen comparación.

De vez en cuando se asoma Peter pan en su versión madura, que se ha aburrido de ser niño y se ha dejado una barba canosa muy interesante, porque piensa que es mucho más versátil ser mayor, y se ha pasado a la cincuentena, que es una edad que va de los cincuenta en adelante y que está muy bien. Que un día te apetece hacer el payaso…es que es un tío muy cachondo, que tienes el día depre…es que tiene la crisis de los cincuenta, que tienes el día serio y responsable…es que ha sentado cabeza, y así con todo…Desde que ha descubierto este chollo ya ni se pelea con el Capitán garfio y ha ganado en calidad de vida.

Cada día nos cuenta un chiste o dos, a veces hasta tres, aunque ha llegado a la conclusión de que dos es la medida justa para que los guisos no nos queden ni sosos ni salados. Una vez nos contó cuatro seguidos y nos reímos tanto que las lágrimas junto al calor de los fuegos formaron una nube simpática y tuvimos que acabar de cocinar con paraguas y claro fue bastante complicado hacer los canelones con una sola mano.

El joven Dartagnan viene los fines de semana y es capaz de ensartar cinco pollos en su espada justiciera mientras te guiña un ojo y te muestra su picara sonrisa. Todo eso sin despeinarse ni perder ni un gramito de estilo. Las pobres aves se derriten ante su poder de seducción y le regalan su alma convertida en jugosa carne con aroma de tomillo y romero.

Simbad, llegado allende los mares, igual te cocina un bacalao, que asa un costillar, hace una sanfaina, que te liga un pil-pil, o te monta una nata…a veces hasta un pollo lo siento me lo ha puesto a huevo, todo ello mientras regatea con maestría a todo el equipo de cocina que corremos a su alrededor iba a decir como pollos sin cabeza, pero no me quiero repetir, aunque ya sé que el pollo es muy socorrido.

Y una servidora que aun no he encontrado un nombre de cuento que defina a una que cocina sueños, cuenta recetas, fríe libritos, escribe en las empanadas, hace sopas de letras, juegos de palabras, ama, asa, cuece, amasa, pastas, pestos…

En fin que al final todo en la vida es cuento…y los cuentos sueños son.

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